De Noticias Argentinas:
El Gran Premio de Emilia-Romaña dejó una jornada de
clasificación cargada de tensión y escalofriantes coincidencias con uno de los
fines de semana más trágicos en la historia de la Fórmula 1.
A más de 30 años del fatídico Gran Premio de San Marino de
1994, cuando Roland Ratzenberger y Ayrton Senna perdieron la vida en el
circuito de Imola, este sábado dos pilotos sufrieron accidentes en las mismas
curvas que quedaron marcadas a fuego en la memoria del automovilismo mundial:
Yuki Tsunoda en Villeneuve y Franco Colapinto en Tamburello.
En primer lugar, la sesión clasificatoria fue detenida
abruptamente por una bandera roja tras el brutal accidente del japonés Tsunoda,
quien perdió el control de su monoplaza en la curva Villeneuve, justo donde
Ratzenberger se estrelló fatalmente durante la qualy del sábado 30 de abril de
1994.
Tsunoda se despistó a gran velocidad, impactó contra las
protecciones y el auto volcó de manera violenta hasta dando un giro.
Afortunadamente, el piloto de Red Bull salió ileso, saludando al público
mientras caminaba por sus propios medios hacia el centro médico.
Minutos más tarde, cuando la sesión se reanudó, el argentino
Colapinto fue protagonista de otro accidente estremecedor. En su debut
clasificatorio como piloto titular de Alpine, perdió el control del auto en la
chicana previa a Tamburello, la curva donde Senna encontró la muerte el 1 de
mayo de 1994.
El A524 del pilarense quedó destrozado contra las defensas.
Si bien el joven piloto salió sin lesiones físicas, la conmoción fue total: el
lugar, el contexto, la historia… todo llevó de regreso a aquella tragedia que
cambió para siempre a la F1.
Más allá del susto, Colapinto había logrado avanzar a la Q2,
pero no pudo continuar. Su imagen saliendo del monoplaza ileso fue un alivio,
pero también un recordatorio de lo finito que sigue siendo este deporte,
incluso en una era más segura.
Para él, admirador confeso de Senna —a quien fue comparado
físicamente y en gestos— el momento no fue solo deportivo, sino emocional. “Es
un orgullo que me comparen con Ayrton”, dijo alguna vez. Este sábado, esa
admiración se tiñó de inquietud y respeto profundo.
El GP de Emilia-Romaña revive así sus fantasmas y las curvas
de Villeneuve y Tamburello volvieron a hablar. No hubo muertos esta vez, pero
sí señales claras de que, aunque los años pasen y la tecnología avance, Imola
nunca olvida.
Nota del editor:
El escenario de hoy es algo más que coincidencias para la tragedia que no supo ser, gracias al alto rendimiento de seguridad en los monoplazas de F1.
Franco Colapinto podría encarnar la historia de Ayrton Senna pero al revés en la línea de tiempo, es decir, primero la tragedia, que no fue afortunadamente en esta ocasión, y luego la gloria que supo tener el brasileño.
La curva fatídica fue superada como tal.
¿Más coincidencias?
Carisma indiscutible
Estar presente aún estando ausente
Coraje.
Es como si Senna hubiera renacido hoy en esa curva que lo elevó a la eternidad.
De ahora en más esperamos del argentino la gloria, tras haber transmutado el fatídico final.