En una escena digna de
una comedia de enredos, el presidente Richard Nixon protagonizó una de las
anécdotas más insólitas del jazz... sin siquiera tocar una nota.
Corría la década del 50 cuando Nixon, aún vicepresidente, se
cruzó en un aeropuerto con su ídolo musical: Louis Armstrong. Al verlo cargando
una pesada maleta, se ofreció caballerosamente a ayudarlo a pasar por la
aduana. Armstrong, con su sonrisa pícara, aceptó encantado.
Lo que Nixon no sabía era que en esa maleta el trompetista
llevaba nada menos que un kilo de marihuana. Cruzaron sin problemas. Solo
tiempo después, un asistente del Congreso le reveló al político lo que había
transportado. Su reacción fue tan inocente como memorable: “¿Louis fuma
marihuana?”