Art Pepper Meets the Rhythm Section, registrado el 19 de
enero de 1957 en Los Ángeles para el sello Contemporary Records, es uno de esos
casos. Su historia, tantas veces contada en círculos jazzísticos, mezcla
leyenda, precariedad, genio e intuición, y todo ello cristalizado en apenas
unas horas de grabación.
El título es tan directo como sugerente: Art Pepper,
saxofonista alto asociado al "cool jazz" de la Costa Oeste, se
encuentra —musical y simbólicamente— con la sección rítmica del primer quinteto
clásico de Miles Davis. Es decir, con tres pilares del hard bop en su apogeo:
Red Garland al piano, Paul Chambers en contrabajo y Philly Joe Jones en
batería. Ninguno de ellos conocía personalmente a Pepper. Y, según se dice,
Pepper ni siquiera sabía que tenía una sesión ese día hasta que el productor
Lester Koenig lo fue a buscar.
Llevaba semanas sin tocar. Su vida personal atravesaba otra
de sus tantas tormentas, marcada por la adicción a la heroína. Llegó al estudio
con la boquilla del saxofón en pésimo estado, y no le quedó otra que repararla
con cinta adhesiva antes de grabar, enfrentando así un nuevo contratiempo.
Pero lo que ocurrió en aquella jornada es uno de los
episodios más asombrosos de la historia del jazz grabado. Lejos de quedar
intimidado, Art Pepper se volcó a la música con una intensidad visceral,
instintiva y profundamente comunicativa. La sesión, grabada en una sola jornada
por el ingeniero Roy DuNann (célebre por su sonido claro y sin artificios),
capturó una química inmediata e irrepetible entre cuatro músicos que venían de
lenguajes diferentes pero compartían una misma pasión: el swing, la expresividad
y la verdad del momento.
El repertorio combina estándares y composiciones originales,
en una paleta que permite a Pepper explorar múltiples registros: la sensualidad
melódica en “Imagination”, el lirismo sofisticado de “You’d Be So Nice to Come
Home To”, el nervio bop en “Straight Life” (tema que luego daría título a su
estremecedora autobiografía) o el diálogo juguetón en “Red Pepper Blues”,
coautoría con Garland.
Más allá del virtuosismo —que lo hay—, lo que deslumbra en
esta grabación es la forma en que Pepper logra desplegar su voz personal sin
ceder al molde de sus acompañantes, y cómo estos, a su vez, se adaptan con
generosidad y apertura. Hay momentos en que la tensión entre estéticas se hace
palpable, pero siempre en favor de la música. No se trata de un encuentro
"correcto", sino de un choque cargado de energía creativa.
En retrospectiva, Art Pepper Meets the Rhythm Section es más
que un testimonio de una sesión brillante. Es la prueba de que la
improvisación, el riesgo y la autenticidad pueden desafiar cualquier
pronóstico. En tiempos en que las barreras entre estilos y regiones eran más
marcadas —Costa Este vs. Costa Oeste, cool vs. hard bop, blancos vs. negros—,
este disco encarna una utopía jazzística: la posibilidad de hablar un lenguaje
común en medio de las diferencias.
El disco fue reeditado en múltiples ocasiones y su prestigio
no ha dejado de crecer. Es citado con frecuencia como una de las grandes
grabaciones de saxofonistas altos, a la altura de Charlie Parker o Jackie
McLean, y es una puerta de entrada inmejorable para descubrir la obra de un
músico tan brillante como atormentado.
Como escribió el crítico Richard Cook, “si Pepper hubiera
grabado sólo este disco, ya habría ganado un lugar en la historia del jazz”.
Por fortuna, su legado es más amplio, pero este encuentro fortuito sigue
siendo, para muchos, su momento más sublime.
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