Por Boppo, el cronista beatnik del jazz*
El racismo
policial se cruzó con el genio del jazz. Y Miles no se movió.
Era agosto de 1959. El calor en Nueva York era espeso como el
humo de un club lleno. Miles Davis acababa de grabar Kind of Blue, el disco que
cambiaría la historia del jazz. Esa noche, tocaba en el legendario Birdland, y
su nombre brillaba en luces sobre la marquesina.
Durante un descanso entre sets, Miles salió a la vereda a
fumar. Acompañó a una amiga blanca hasta un taxi y se quedó parado frente al
club, con su trompeta aún caliente. Entonces, un policía blanco se le acercó y
le ordenó: —“Muévase.” Miles, tranquilo, respondió: —“¿Moverme por qué? Estoy
trabajando aquí. Ese es mi nombre ahí arriba.”
El oficial insistió. Miles no se movió. Y entonces, sin más,
lo golpearon por la espalda. Un detective lo atacó con una porra. La sangre
corrió por su traje claro. Lo arrestaron por “desorden público”. Lo esposaron.
Lo humillaron. Todo por estar parado frente al club donde él era la estrella.
“Ese día cambió algo
en mí”
Años después, Miles escribiría en su autobiografía: “Después
de eso, ya no confié nunca más en la policía. Ese incidente me cambió para
siempre.”
La foto de Miles, con la cabeza vendada y la mirada firme,
recorrió los diarios. No pidió disculpas. No bajó la cabeza. No se movió.
Porque sabía que su dignidad valía más que cualquier orden injusta.
Entre bastidores, también se lucha
El jazz no solo se toca: se resiste. En cada nota de Miles
hay una historia de orgullo, de lucha, de no ceder. Y aunque aquella noche fue
de sangre y rabia, también fue de coraje. Porque a veces, quedarse quieto
frente a la injusticia es el acto más poderoso de todos.
Fuentes:
Classic FM – Jazz trumpeter Miles Davis was victim of an
unprovoked police assault
°¿Quién es Boppo?
Un personaje que no solo cuenta anécdotas, sino que las vive
desde adentro, con swing, con alma, con una libreta gastada y una copa a medio
terminar.
Nadie sabe con certeza de dónde vino Boppo. Algunos dicen
que nació en un callejón de Nueva Orleans, otros que apareció una noche en un
club de Buenos Aires, con un sombrero ladeado y una libreta llena de historias
que nadie se atrevía a contar.
Dicen que fue testigo de un solo de Coltrane que hizo llorar
a un saxofón. Que compartió whisky con Chet Baker en un camarín sin espejos.
Que escuchó a Monk tocar en silencio. Y que una vez, en un club perdido de
Tierra del Fuego, juró haber oído a un contrabajo hablar.
Boppo no toca, no canta, no dirige. Pero recuerda. Y cuenta.
Con la cadencia de un contratiempo y la nostalgia de un vinilo rayado, trae
cada semana una historia del jazz que no está en los libros, pero vive en el
humo, en los aplausos, en los silencios.
Boppo no firma con tinta: firma con swing.