A los cinco años, Tomás tocaba la guitarra en casa. A los
doce, eligió el saxo por pura curiosidad. Lo que empezó como un juego terminó
llevándolo por mares y escenarios: estudió en el Conservatorio Manuel de Falla,
trabajó en cruceros por Alaska, México y el Adriático, y ahorró lo suficiente
para perseguir su sueño americano.
En uno de esos viajes, conoció al legendario saxofonista
Charles McPherson, quien lo alentó a audicionar en Nueva York. Lo logró: fue
aceptado en el Tribeca Art Institute y grabó su disco en el estudio Rudy Van
Gelder, considerado el santuario del jazz. Allí, junto a tres músicos ganadores
del Grammy —Michael Weiss, David Wong y Kenny Washington— registró una
reinterpretación de Don’t Blame Me con la joven promesa argentina Dalila
Galeano.
Tomás lo cuenta así:
“El sonido del estudio es increíble. El saxo suena mucho
mejor que en cualquier lado. Es ese sonido de los discos que escuché toda mi
vida. Me sentí representando al país.”
Hoy, mientras tramita su visa de artista para quedarse en
EE.UU., trabaja en la postproducción de ese disco que aún no ha salido, pero
que ya vibra con la historia de un argentino que llevó su jazz desde los
barrios del oeste bonaerense hasta el corazón de Nueva Jersey.
Boppo