Por Boppo, el cronista beatnik del jazz
Harlem, noviembre de 1934. El telón del Apollo Theater se
abría para una nueva edición del Amateur Night Show. Entre bastidores, una
adolescente de 17 años esperaba su turno. No era una cantante. O al menos, no
pensaba que lo fuera. Ella Fitzgerald había ido a bailar. Pero cuando vio al
dúo anterior moverse con una gracia imposible, el miedo la paralizó. No podía
competir con eso. Entonces, cuando la llamaron al escenario, hizo algo
inesperado: cantó.
No tenía vestido elegante. No tenía orquesta. Solo una voz
que parecía haber nacido con el swing en la garganta. Cantó “Judy” de Hoagy
Carmichael, y el público —duro, exigente, implacable— se rindió. Ganó el primer
premio. Y entre los presentes estaba Benny Carter, que no tardó en hablarle de
ella a Chick Webb. El resto es historia… pero esa noche, la historia empezó con
un cambio de planes.
Ella no bailó. Pero el jazz ganó una voz que bailaría con las
palabras durante más de medio siglo.
Porque detrás de cada nota hay una historia… y detrás de cada
historia, un latido sincopado.
Fuente: apoloybaco.com